jueves, 28 de febrero de 2008

un animal de sombra

Siempre he tratado de agarrarme a febrero, porque nunca me ha gustado marzo. Cuando llega la luz todo parece empezar a precipitarse sin remedio. El frío me deja sola y a mí me cuesta acostumbrarme a los días largos, a que el sol me deslumbre cuando salgo por la puerta.

No, no me pongo gafas de sol. Igual que tampoco uso paraguas. Yo qué sé por qué, porque no.

Sí me gusta la sensación que va quedando por las noches. Es como dulce. La noto en la nariz mientras ceno. Se me queda pegada al cuerpo hasta que me duermo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tampoco uso gafas de sol... simplemente las odio. Por más que se entornen mis ojos, me niego a la idea de truncar así la expresividad.

De pequeño amaba el invierno, ahora ya no sé lo que prefiero, aunque tengo marzos de todos, de los que me traen buenos recuerdos, de los que me traen malos también.

"Casi" ni sabía de la existencia de tu campana de cristal, mi querida Anne; como también comparto la gula, no he podido dejarlo a mitad, y me he empachado, gustosísimamente, de historias como la de Manolo el mosquito, tortillas escindidas, señoras Patti, puzzles irresolubles...

¡Enhorabuena por tu blog! Hay fragmentos muy chulos.

¡Hasta pronto!