martes, 3 de junio de 2008

nacer/morir

Hay cosas que sólo pasan una vez en la vida: nacer, morir.

En mi familia sucedió una de esas paradojas lacerantes de la vida. El día que murió mi abuela, nací yo. El mismo día del mismo año, apenas unas horas de diferencia. Nadie le dijo a mi madre -ya ingresada- que su madre había muerto. No querían perturbar mi salida. Pero imagino a mi madre abierta llorando, intuyendo lo sucedido, sudando para parirme y verme al fin la cara y escucharme llorar, mientras se preparaba para la muerte de quien la había parido a ella. El primer abrazo...o el último; la última vez que te ves...o la primera; la primera palabra que dices...o quizá la última.

Qué es lo último que le dices a alguien a quien amas y no volverás a ver más. Qué es lo primero que dices a alguien a quien amabas antes de verle la cara y que te acompañará el resto de los días. Probablemente lo mismo. Es lo mismo.

Ana era su nombre, Ana es el mío. Y cada vez que cumplo años, que el tiempo me recuerda que sigo viva, recuerdo que ella inevitablemente sigue muerta. Lamento no haber coincidido al menos unas horas, que su abrazo quedara grabado en los resortes de mi memoria; su voz susurrando mi nombre, su nombre en mi oido enano.

Hay cosas que sólo pasan una vez en la vida: nacer, morir. Todo lo demás es pura repetición, puro espejismo. Sí, incluso amar.